Discurso de Xavier Barcon, Director General de Eso en Inauguración de monolito en homenaje al padre Starischka

Estimado Sr. Embajador Rolf Schultze, Estimado Sr. Sergio Martínez, Estimado Sr. Cristián Urzúa, Estimado Sr. Caludio Micín, Estimado Sr. Paulino Varas, autoridades, amigos y colegas, Quiero empezar con unas palabras de agradecimiento al Instituto de Conmemoración Histórica de Chile y a la Corporación de Exalumnos del Liceo Alemán por la iniciativa que está en el origen de nuestra celebración de hoy, y que nos sirve para conmemorar los cincuenta y cinco años de la firma del Convenio entre ESO y el Gobierno de Chile para el establecimiento de sus observatorios en este país, homenajeando en particular a algunos de los personajes clave que lo hicieron posible.

Mi agradecimiento no es solamente personal, desde luego: como Director General del Observatorio Europeo Austral, ESO, mi agradecimiento representa en buena medida el de varias generaciones de astrónomos, principalmente europeos y chilenos, en cuyos logros científicos han sido decisivos los telescopios e instrumentos que la ESO ha venido instalando en estos años en el Norte de Chile. Para Europa y Chile son cincuenta y cinco años, nuestros primeros cincuenta y cinco años, creciendo juntos bajo los cielos chilenos.

Celebramos estos cincuenta y cinco años en un contexto que difícilmente podría ser más brillante y prometedor. En Paranal, el Very Large Telescope celebrará en pocos meses los veinte años de su entrada en operación, veinte años en los que Paranal se ha transformado en el observatorio más productivo del mundo. El radiointerferómetro ALMA, aunque todavía joven, está cumpliendo y excediendo las expectativas puestas en su diseño al hacer posibles observaciones de una sensibilidad y nitidez sin precedentes en el dominio de las microondas.

El observatorio de La Silla, de cuya inauguración se cumplirá medio siglo dentro de tres meses, mantiene su plena vigencia y alberga algunos de los instrumentos más potentes para el descubrimiento de planetas fuera de nuestro sistema solar, un área de investigación casi inimaginable cuando sus primeros telescopios apuntaron al cielo en 1969.

Y si el presente es brillante, el futuro augura todavía más: en Cerro Armazones, cerca de Paranal, se está construyendo el Extremely Large Telescope, que será el mayor telescopio del mundo cuando entre en operación en la próxima década. También cerca de Paranal se iniciará pronto la construcción del Cherenkov Telescope Array, el telescopio más importante para elestudio de fuentes cósmicas de muy alta energía desde la superficie de la Tierra, y primero de esta clase en suelo chileno.

En este presente y futuro, Chile tiene un papel muy importante para ESO, mucho más allá del de albergar los observatorios. La cooperación entre ESO y Chile se extiende hoy en los ámbitos científico, tecnológico, educativo, cultural, diplomático e industrial, y tenemos planes ambiciosos para expandirla todavía más aprovechando nuevas posibilidades que ofrecen los avances tecnológicos.

Este presente y futuro son consecuencia de la iniciativa visionaria, nacida a mediados del pasado siglo, para proyectar mundialmente a Chile como plataforma astronómica privilegiada. Nada más apropiado para celebrar el éxito de esta visión que el reconocimiento a los visionarios que la promovieron, entre los que destacan personas como el Padre Bernardo Starischka, a quien rendimos homenaje hoy.

La amistad del Padre Starischka con mi predecesor, el Prof. Otto Heckmann, primer Director General de ESO, fue decisiva para el establecimiento del primer observatorio de ESO en Chile, en lugar de emplazarlo en Sudáfrica tal como era la intención inicial de ESO al fundarse la organización. Con la perspectiva del tiempo, no podemos sino aplaudir lo acertado de la decisión.

Dejaré al Sr. Cristián Urzúa, quien conoce bien los detalles de la historia, la descripción del papel del Padre Starischka, y en particular de su interacción con las autoridades chilenas de la época, para hacer realidad el Convenio que hoy conmemoramos. Sin embargo, me parece oportuno destacar que la ESO no estuvo sola en esta empresa. Si bien el P. Starischka y el Prof. Heckmann, junto con el Dr. Jürgen Stock, tuvieron una intervención esencial en hacer de Chile el futuro emplazamiento de los observatorios de ESO, debemos recordar en una ocasión como ésta que en la misma época otras organizaciones, como los observatorios de la Institución Carnegie y la Asociación de Universidades para la Investigación en Astronomía, ambas en los Estados Unidos, tomaron decisiones similares.

La fluida cooperación entre instituciones internacionales, y entre éstas y Chile, queda ilustrada en la persona del Dr. Stock, también alemán y estrecho colaborador en las etapas preliminares de ESO del Prof. Heckmann, quien había dirigido su tesis doctoral. El Dr. Stock, trabajando en los Estados Unidos, fue el artífice por esa misma época del establecimiento en Chile del ObservatorioInteramericano de Cerro Tololo, del que fue su primer director. Para ello contó con el inestimable y decisivo impulso y visión de futuro del Director del Observatorio Astronómico Nacional de Chile, el astrónomo chileno Federico Rutllant. El Profesor Rutllant como yo mismo catalán de nacimiento (él nacido en Terrassa, yo en L’Hospitalet de Llobregat), desarrolló toda su vida profesional en Chile.

 

La ESO ha querido contribuir recientemente a su reconocimiento mediante su apoyo a un documental, Asteroide 2518, producido por su bisnieta, Amanda Rutllant. Quiero por tanto incluir en este homenaje también al Prof. Rutllant y a los demás astrónomos chilenos que colaboraron con él en aquellos años, por haber hecho posibles los logros que celebramos hoy.

Para los europeos, las personalidades y las coincidencias en las trayectorias humanas del P. Starischka y del Prof. Heckmann nos recuerdan que los orígenes de ESO se gestaron en una época difícil de la historia de una Europa que pocos años antes había sido escenario del mayor conflicto bélico de la historia humana. Su personal protagonismo en esta aventura, junto a científicos europeos de otras nacionalidades poco antes enfrentadas como el Prof. Jan Oort de los Países Bajos, el Prof. Bertil Lindblad de Suecia, o el Prof. André Danjon de Francia en la fundación de ESO, es un testimonio a la vocación universal de la astronomía y su capacidad para establecer colaboraciones que se elevan por encima de las rivalidades y circunstancias históricas. Esto era cierto hace medio siglo, y sigue siendo cierto hoy en un mundo que no está exento de importantes turbulencias.

En estas más de cinco décadas, la ESO ha crecido hasta convertirse en la organización líder mundial para la investigación astronómica desde la superficie de la Tierra. De los cinco Estados Miembro que la fundaron en 1962, hemos pasado a los dieciséis actuales. Si el número de sus miembros se ha multiplicado por más de tres, el tamaño de sus telescopios se ha multiplicado por más de diez: el primer gran proyecto de ESO fue la construcción de un telescopio con un espejo primario de 3.6m de diámetro, que lleva ya más de cuarenta años en operación, mientras que el Extremely Large Telescope actualmente en construcción tendrá un espejo primario de casi cuarenta metros de diámetro.

Pero quizás uno de los factores multiplicadores más gratificantes sea el del crecimiento del número de astrónomos de Chile, que en estas cinco décadas y media se ha multiplicado por cerca de 20 hasta llegar a la vibrante comunidad de cerca de 250 investigadores profesionales y estudiantes de doctorado en treceuniversidades situadas a lo largo de la geografía del país, además de la creciente importancia de la astroingeniería y especialidades afines. ESO se enorgullece de haber acompañado a Chile en ese crecimiento, en el que por cierto tienen mucho que ver los astrónomos chilenos que nos honran hoy con su presencia.
Albergando una parte sustancial de las instalaciones para la observación astronómica, el presente y el futuro de la astronomía mundial pasa por Chile. Nunca sabremos si en algún momento el Padre Starischka, el Prof. Heckmann, el Dr. Stock, el Prof. Rutllant y demás pioneros de la astronomía en Chile imaginaron los frutos que sus iniciativas tendrían medio siglo más tarde. Pero es posible que, sin ellos, no estuviéramos celebrándolas hoy.

 

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